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← Otras noticiasMarihuana: uso terapéutico en dolor crónico y efectos en el cerebro
Miércoles, 2 de septiembre de 2015
Dos nuevas revisiones de estudios dedicados al consumo de marihuana arrojan luz sobre una controversia de años.
El primero es una revisión y meta-análisis del empleo cannabinoides para múltiples condiciones médicas, entre ellas el dolor. De los 79 ensayos clínicos para todas ellas, sólo cuatro estaban libres de distorsiones por la metodología empleada; 55 trabajos tenían alto riesgo de distorsión y en otros 20 esta circunstancia no estaba clara. Aunque la mayor parte de los estudios indicaban que eran doble ciego, los autores de la revisión observaron que sólo 57% de ellos habían empleado de hecho métodos para asegurar esta condición la elección de participantes y sólo el 24% garantizaban que los asesores de los resultados ignoraban realmente a qué grupo pertenecían los pacientes.
Se llevaron a cabo 28 estudios para evaluar la eficacia de los cannabinoides en el dolor crónico. De ellos, sólo 2 tenían poco riesgo de distorsión. Los cannabinoides más empleados fueron nabiximoles (13 estudios); el resto de trabajos evaluaron el efecto de tetrahidrocannabinol fumado (THC), nabilona, THC por vía oral-mucosa en espray y dronabinol. Un estudio comparó los cannabinoides con un ingrediente activo: el analgésico amitriptilina; en el resto de trabajos se compararon los cannabinoides con placebo.
En 17 de los estudios la forma de dolor más común era el dolor neuropático, incluyendo dolor central, neuropatía diabética periférica y neuropatía asociada a VIH; 3 estudios o menos abordaron dolor oncológico, fibromialgia, dolor provocado por artritis y otras condiciones que conllevan dolor.
Considerando el conjunto de estudios, más pacientes declararon haber experimentado una reducción en el nivel del dolor del 30% o más con cannabinoides que con placebo. Basándose en estos estudios, los autores de la revisión califican el apoyo al empleo de cannabinoides como moderado, y hacen notar que el empleo de THC fumado parece proporcionar un beneficio mayor.
El segundo trabajo examinó 5 ensayos aleatorios y controlados de cannabinoides para el dolor neuropático y otras 6 formas de dolor. Todos ellos menos uno observaron un descenso significativo en el dolor con cannabinoides cuando se les compara con placebo. No obstante, el estudio cruzado sobre nabilona con dihidrocodeína, aquella produjo una mejor analgesia.
Los estudios parecen indicar que los cannabinoides desempeñan un papel significativo en el manejo del dolor crónico. No obstante, hay importantes limitaciones en esta conclusión. Un editorial que acompaña a las revisiones indica que no hay evidencia de que iniciar tratamiento con cannabinoides en pacientes con dolor crónico que reciben opioides ayude a reducir el empleo de éstos tal como cabría esperar si los cannabinoides tuvieran un efecto acusado en el dolor.
Los firmantes del editorial también se preguntan si el objetivo del movimiento por el empleo terapéutico de la marihuana es utilizar una “puerta trasera” para legalizarla o busca realmente el beneficio de los pacientes.
El cannabis y el cerebro
Dos estudios más, y un editorial, retoman la controvertida relación entre marihuana y volumen cerebral, entre otras variables.
El primero se llevó a cabo con parejas de gemelos y hermanos, para determinar si existían diferencias significativas en cuanto a factores causales familiares y volumen cerebral entre las parejas. En 89 de los casos, había diferencias entre hermanos en cuanto a exposición a cannabis, 81 parejas eran concordantes en este aspecto (ambos habían consumido) y en 71 parejas ninguno de los hermanos había estado expuesto a la sustancia.
Los autores registraron una asociación entre la exposición a cannabis y menor volumen en la amígdala izquierda y el cuerpo estriado. Las diferencias en volumen se mantuvieron dentro del rango de variación normal. No obstante, no se apreciaron diferencias de volumen entre hermanos discordantes en cuanto a exposición a esta sustancia. Las diferencias se detectaron entre parejas de hermanos que habían estado expuestos y parejas que no lo habían estado, con menores volúmenes para el primer grupo.
El segundo trabajo de investigación sugiere que el consumo de cannabis en los primeros años de la adolescencia (en torno a los 16 años) está asociado con variaciones en la maduración cerebral como función del riesgo genético de esquizofrenia, que se evaluó con una escala de riesgo poligénica.
Los autores emplearon en este análisis muestras de tres estudios en los cuales se incluían un total de 1.577 participantes y hallaron una relación entre el consumo de la droga en la primera adolescencia y un menor espesor cortical en varones con valores elevados en la escala poligénica.
“Nuestros hallazgos sugieren que el consumo de cannabis puede interferir con la maduración de la corteza cerebral en varones adolescentes con alto riesgo de esquizofrenia según la escala poligénica”, explican los investigadores.
REFERENCIAS
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